El lenguaje de internet: barrera contra nuevos usuarios |
Weblog, blogger,
blogosfera, redes P2P, url, home, banner, pop-up, rich media, Wi-Fi,
VoIP, B2B, B2C, ISP, link, newsletter, e-commerce… son sólo
algunos ejemplos de vocablos farragosos, traducciones chapuceras o
neologismos artificiales con los que cualquier persona se puede encontrar
navegando en Internet. Los usuarios de estos términos parecen
pensar que cuantos más palabros usen más bagaje tecnológico
se les supondrá, pero –discusiones lingüísticas
aparte- ignoran que entre todos estamos haciendo aún más
difícil el acceso a Internet de mucha gente temerosa de la
tecnología cuya inseguridad crece al enfrentarse a un lenguaje
que no entiende.
El número de usuarios de Internet en España es de 11.968.000 (32,9% de la población) de acuerdo con la última oleada del Estudio General de Medios (EGM), lo que indica que nuestro país ocupa en este aspecto el puesto 17 de los 25 que forman la Unión Europea. A pesar de las millonarias y discutidas campañas públicas para fomentar el uso de la Red entre la población, las cifras no reflejan en absoluto el esperado aumento del número de internautas que debería producirse, no ya como consecuencia directa de estas dudosas campañas sino por la lógica evolución tecnológica del país. Es necesario reflexionar sobre las causas de este estancamiento, y también lo es que cada periodista, profesor, profesional y usuario realice un esfuerzo con el fin de simplificar la terminología que utiliza diariamente al referirse a Internet. No supone esta, lógicamente, una causa primordial de la baja penetración de Internet en España, pero sin duda es posible hacer que este sector sea más fácilmente inteligible para cualquier persona, y de ello sí que es responsable de forma directa el lenguaje que utilizamos. Recordemos la primera vez que cada uno de nosotros se sentó frente a un ordenador y volvamos a sentir ese respeto que nos infundía la máquina, ese no saber por dónde empezar, el temor a estropear el equipo, la inseguridad que nos embargaba cada vez que hacíamos una operación no deseada y pensábamos que habíamos borrado el disco duro, la necesidad de solicitar ayuda para cualquier mínima operación, la desazón cuando habíamos usado un disquete y alguien nos preguntaba a posteriori si lo habíamos pasado por un antivirus. Y entonces -en el caso de la mayoría- todavía no existía ni el correo electrónico ni Internet, herramientas que a ojos del neófito incrementan en gran medida el peligro de extender quién sabe qué males o a airear documentos personales o confidenciales. |
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