Hay una (flor en el Campo, que le hace brillar el alba.
Cinco galanes la cogen, se la llevan a su Casa.
La ponen sobre una mesa, entre diez la despedazan.
La queman a fuego lento y la dama ya descansa.
Se la llevan a las Indias para el remedio de España.
El azafrán es una planta bulbosa de la familia de la iridáceas,
de flor entre lila y morada, con estigma de color rojo anaranjado, dividido
en acres hebras (asimismo denominadas azafrán) que se usan para
condimentar manjares, dar color al puchero, etc., coma también
teñir varias cosas, y para los muchos objetos. Se utiliza en pintura
por su color amarillo anaranjado propio par, iluminar, que se saca de
la flor del azafrán desleído en agua y en medicina coma
estimulante y emenagogo.
El azafrán tiene una historia larva en el tiempo y en el espacio:
los egipcios, griegos y romanos apreciaban sus virtudes em¬pleándolo
en el culto a los dioses, en el teñido de los tejidos o en el tratamiento
de ciertos males. Los árabes introdujeron su culti¬vo en nuestra
península, donde ya era conocido, pues San Isidoro de Sevilla nos
habla de el. Hoy se produce en Asia, Oriente Media, Grecia, Italia, África
del Norte y en las áridas tierras españolas Como las del
Jiloca.
Hasta 1936, en España, el azafrán llegó a extenderse
por las provincias de Albacete, Alicante, Baleares, Ciudad Real, Cuenca,
Guadalajara, Murcia, Navarra, Soria, Teruel, Toledo, Valencia y Zaragoza.
Después de esta fecha, se redujo su área hasta tal punto
que actualmente se limita a La Mancha, Valencia y Teruel.
De mayo a junio se plantan los bulbos que darán rosas de la segunda
quincena de octubre a os primeros días de noviembre.
Se trata de una flor efímera que debe cogerse inmediatamente al
salir, en las primeras horas de la mañana, cuando los campos aún
están cubiertos de escarcha e incluso de nieve. Sobre el manto
color violeta pastel se ven las siluetas de los cuerpos doblados que se
apoyan sobre las cestas donde van entrando una a una las rosas del azafrán.
Alrededor de una mesa se “esbrina” (se separan los estigmas
de la flor), dejando a un lado la “farfolla” (los pétalos)
y al otro el preciado azafrán en verde. Las hebras se esparcen
sobre un tupido cedazo para que se vayan deshidratan¬do a fuego lento
sobre un brasero a una estufa, resultando el producto que encontramos
en el comercio. El “esbrinado” se alarga pasta bien entrada
la noche, pues hay que tostar toda la florada en el día. Para obtener
un kilo de azafrán desecado hacen falta de 130.000 a 150.000 “rosas”.
En la sencillez de este Museo Monográfico del Azafrán no
hemos querido mas que dejar constancia de un cultivo que tiende a desaparecer
y exponer, de la forma más clara posible, las faenas relacionadas
con este producto tan apreciado y al mismo tiempo tan desconocido, con
el deseo de que el visitante Ilegue a aden¬trarse en el mundo secreto
del azafrán.
El Museo Monográfico del Azafrán pretende también
ser un Centro de Investigación Etnológica que vaya estudiando
con rigor y método, dentro y fuera de nuestras fronteras, el complejo
univer¬so social, económico y cultural que rodea al “crocus
sativus”
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