Por sus ojos mío Cid va tristemente llorando;
Volvía atrás la cabeza y se quedaba mirándolos.
Miró las puertas abiertas, los postigos sin candados,
Las alcándaras vacías, sin pellizones ni mantos,
Sin los halcones de caza ni los azores mudados.
Suspiró entonces mío Cid, de pesadumbre cargado,
Ycomenzó a hablar así, justamente mesurado:
-¡Loado seas, señor, Padre que estás en lo alto!
Todo esto me han urdido mis enemigos malvados.
(Cantar, 1)
Rodrigo Díaz, hijo del infanzón castellano Diego Laínez, nace a finales de la primera mitad del siglo XL En 1058 se incorpora a la corte del rey Fernando I, a cuya muerte entra al servicio del rey Sancho de Castilla, quien le nombra Alférez real. Pronto, por sus victorias en lides contra otros caballeros, es conocido como el Campeador.
Relegado tras el cambio de monarca a un segundo plano, las continuas fricciones en la nueva corte -donde el Cid tiene poderosos enemigos- le llevarán a sufrir, en 1081, la pena de destierro. Tras dejar Castilla entra al servicio del reino musulmán de Zaragoza, obteniendo numerosas victorias frente a ejércitos cristianos y musulmanes.
A finales de 1086 o principios de 1087, ante el peligro de invasión
almorávide, el rey Alfonso VI le perdona y el Cid regresa a Castilla,
aunque pronto vuelve al Levante para seguir
combatiendo. Poco después, en 1088, un nuevo desencuentro con el
rey provoca el segundo destierro, que durará unos cuatro años.
Tras años de lucha incesante, en 1094, el Cid, después de
un largo y duro asedio, conquista Valencia, donde morirá en 1099.
La
simbología del camino: El Cantar narra cómo al principio
del destierro, una corneja o grajilla se cruza en el camino del Cid y
los suyos. Tradicionalmente este hecho era tomado como un augurio. A lo
largo del camino, la grajilla guiará a todos aquellos que se adentren
tras las huellas del Cid.
16 de junio de 1094, un caballero castellano, conocido en toda la península como Rodrigo el Campidoctor -el Campeador- cruza con buena parte de sus hombres las murallas de Valencia. Acto seguido sube a una de las más altas torres y contempla desde allí el vasto paisaje que se abre ante sus ojos. El Cid acaba de conquistar Valencia. Este hecho, insólito por la magnitud de la empresa, será recordado durante siglos.
Aunque podría decirse que en ese mismo instante comienza la leyenda del Cid, lo cierto es que las fazañas de Rodrigo habían sido ya cantadas en vida: entre 1082 y 1093 un poeta anónimo escribió el Carmen Campidoctoris, un poema compuesto en latín que loaba las primeras victorias del Cid en el campo de batalla. Desde entonces, la historia y la leyenda quedarán unidas al nombre de Rodrigo.
Muerto en 1099, las proezas del Cid siguieron transmitiéndose oralmente hasta que, a mediados del siglo XII o principios del siglo XIII, otro poeta anónimo inmortalizó la figura del Campeador en un poema que se convertiría en uno de los grandes tesoros de la literatura épica de todos los tiempos: el Cantar de Mío Cid. Esta obra rememora idealmente el último tercio de la vida del Cid, desde su destierro de Castilla hasta sus últimos años, en los que conquistó Valencia; un camino abierto hoy a quien quiera conocer, de la mano del Cantar, buena parte de nuestra historia y nuestra cultura. Bienvenidos al siglo XI.
Más información sobre la ruta del Cid por Zaragoza
Tizona
La Tizona es la espada más valiosa del Cid. Según el CJantar
fue ganada en cpmbate al rey Bucar. Actualmente, una espada cbn este nombre
se encuentra en el Museo del Ejército, de Madrid.
Barbas
En la Edad Media los varones laicos solían dejarse barba, pues
era signo de madurez,virilidad y sabiduría. En el Cantar, la barba
adquiere también el significado de honra -como señala Alberto
Montaner, el Cid se agarra la barba cuando hace una declaración
solemne o jura por ella-. De hecho, la expresión
«subirse a las barbas» de alguien significa faltarle al respeto.
Babieca
«Por nombre Babieca, el caballo cabalga» (Cantar, 1589). Babieca
es uno de los caballos más famosos de la Edad Media, y su soberbia
estampa está indisolublemente unida a la del Campeador. Según
el Cantar, Babieca, el brioso y veloz caballo del Cid, pasó a manos
del Campeador como botín de guerra tras derrotar al rey de Sevilla.
La leyenda dice que tras la muerte de su amo, Babieca fue llevado a San
Pedro de Cardeña.
Yelmo
Los caballeros se protegían la cabeza con una cofia acolchada sobre
la que se ponía una capucha de cota de malla. El yelmo del siglo
XI, que solía ser de acero, tenía forma cónica y
usualmente incorporaba una protección nasal. Podía ir adornado
con pedrería.
Rutas por Aragón « volver al índice